“Tengo mucho miedo”, dijo Natalia. “Igual cuando pienso en los chicos de mi sala que quedaron sin maestra, quiero ir a trabajar”. Ocurrió en Tte. Loza y Mocovíes. Un delincuente la atacó armado con un cuchillo. Escapó con un teléfono celular.
Natalia habla con voz temblorosa. Sus ojos brillan por la lágrimas. Y es entendible. Hace sólo un rato escapó de las manos de un delincuente que la atacó con furia asesina.
Natalia Edith Insaurralde (23) había comenzado la jornada con ganas. Minutos después de las 7 iba a bordo de un colectivo de la Línea 5. Tenía como destino la escuela Nº 1287 San Luis Gonzaga, donde se desempeña como maestra jardinera.
En la esquina de Tte. Loza y Mocovíes descendió, claro que ignorando el drama que estaba a punto de vivir.
Natalia habla con voz temblorosa. Sus ojos brillan por la lágrimas. Y es entendible. Hace sólo un rato escapó de las manos de un delincuente que la atacó con furia asesina.
Natalia Edith Insaurralde (23) había comenzado la jornada con ganas. Minutos después de las 7 iba a bordo de un colectivo de la Línea 5. Tenía como destino la escuela Nº 1287 San Luis Gonzaga, donde se desempeña como maestra jardinera.
En la esquina de Tte. Loza y Mocovíes descendió, claro que ignorando el drama que estaba a punto de vivir.
Apenas recorrió unos metros por la calle cuando sintió un fuerte golpe en la espalda. El autor del ataque era un hombre joven, de unos 20 años. Cubría su rostro a medias con la capucha de una campera. Como consecuencia de la embestida la mujer cayó al suelo. El rufián se le tiró encima mientras le ordenaba que le entregue dinero y la mochila.
Pese a estar en inferioridad de condiciones la mujer resistió el atraco. Sacó fuerzas desde el alma y comenzó a gritar. Tal reacción enfureció al delincuente que echó mano a un cuchillo con el que comenzó a atacar a la mujer, en la zona del abdomen. En tan dramática situación Natalia se defendió como pudo. Sus manos sufrieron heridas cortantes, producto de los furibundos “zarpazos” de la navaja.
“¡Te estoy diciendo que me des las cosas!”, bramaba el caco, mientras la mujer pedía auxilio.
La odisea llegó a su fin cuando el malviviente descubrió el cable de los auriculares del teléfono celular de la víctima. De un tiró se apoderó del aparato y fugó a la carrera. Me tiraba al abdomen
“Fue horrible”, dijo hoy Natalia. “Yo iba caminando con mi mochila y con una bolsa donde llevaba regalos para mis chicos (sus alumnos).
En eso aparece por detrás un tipo y me pega un golpe en la espalda. Cuando me doy vuelta, me tira al piso. Ya en el piso intentó apuñalarme. Yo me defendí con las manos, entonces tengo cortes en las manos. Como tenía un saco de paño no pudo perforar mi abdomen. Me tiraba puñaladas en la panza. Yo gritaba.
"“Tte estoy diciendo que me des las cosas’, me gritó. Como no le hice caso siguió con su ataque. Yo tenía los auriculares del teléfono. Estaban ocultos pero me los arrancó. Quiso sacarme la mochila y me arrastró de los pelos”.
Más adelante Natalia explicó que “la gente del barrio dijo al momento que sabían quien era. Pero cuando llegó la policía nadie habló. Todos se fueron. Y yo los entiendo. Saben que los detienen un rato y luego se van".
“Cuando me roban el celular lo llaman a mi novio y le piden dinero. Era mi última llamada. Le dijeron “¿cuánto estás dispuesto a dar por el celular?’.
“Después llegó una ambulancia y me atendieron en el Hospital Mira y López. En la ambulancia me realizaron las primeras curaciones y luego en el hospital me medicaron porque quedé en estado de shock y de nervios.
“La respuesta de la policía me dejó helada. Me dijeron que la próxima vez no me defienda”.
“El dolor que esto me provoca es tremendo. No lo puedo describir en palabras. Lo peor de todo es que el tipo que me asaltó seguro es el tío, o hermano o pariente de alguno de los niños que nosotros asistimos. Entonces la desazón es profunda. Es como que no les importa más nada. Ni siquiera el cuidado de los suyos.
“El dolor que esto me provoca es tremendo. No lo puedo describir en palabras. Lo peor de todo es que el tipo que me asaltó seguro es el tío, o hermano o pariente de alguno de los niños que nosotros asistimos. Entonces la desazón es profunda. Es como que no les importa más nada. Ni siquiera el cuidado de los suyos.
Muchas de mis compañeras ya fueron asaltadas también. Les robaron la moto. A raíz de todos esos casos nos pusieron un patrullero en la puerta de la escuela, pero nada mejoró.
“Tengo 23 años y recién estoy comenzando. Pese a todo yo quiero seguir (trabajando). Estoy a cargo de una salita con chicos de 5 años. Y ellos son un amor. Ahí me doy cuenta que todo esto puede cambiar. Podemos revertir esta situación pero todos debemos hacernos cargo”, sentenció.
No hay comentarios:
Publicar un comentario