06 abril 2013

“Threads”, Corea del Norte y la reflexividad de una sociedad posindustrial

La brabuconada de Corea del Norte con la amenaza misilística de días atrás me hizo retrotraer a cuando era un niño de once o doce años, allá por los años 1987 o 1988. Puede resultar abrumador observar los hechos cotidanos con ojos de sociólogo pero en esos años, por un descuido de mis padres, pude ver una película en la vieja video reproductora que teníamos en mi casa, las video caseteras eran prohibitivas para el presupuesto familiar de esa época. El mentado film de ficción, rodada y exhibida hacia el año 1984, se trataba de "Hilachas” (el título en español, “Threads” en inglés), que dejó una profunda impresión en mí. Hay que recordar que si bien por esos años agonizaba la U.R.S.S., el mundo bipolar todavía estaba vivo o dando sus últimos estertores. Eran épocas de la “guerra fría” y en consecuencia de potenciales conflictos bélicos a escala global. La película está filmada, como dije antes, como en lo que años después se pondría de moda, es decir, con el formato de documental ficcionado. En él se relata la vida de una joven pareja que debe hacer frente al embarazo de la chica. Todo ello en un contexto de lo más sombrío, pues el mundo comienza a colapsar cuando fuerzas soviéticas (los malos) invaden Irán y E.E.U.U. - junto con OTAN (los buenos)- decide responder militarmente, por lo que se inicia una escalada de violencia con armas nucleares de corto alcance. En G.B. comienzan a tomar medidas para afrontar la situación organizando a los gobiernos locales para el aprovisionamiento de alimentos, medicamentos y grupos de socorristas. Con el transcurso de los días y casi de improvisto la sociedad comienza a tomar razón de la gravedad de los acontecimientos, pero las cartas están echadas. Inglaterra es uno de los primeros países afectados por la guerra nuclear mundial. Así, la protagonista, deberá afrontar su embarazo en ese presente apocalíptico en donde las bombas nucleares comienzan a caer en su país. La película, cabe decir, es descarnada en extremo para la época de su estreno. Hay imágenes de cadáveres y gente mortalmente quemada. Por la hambruna la gente hasta come roedores. Por todos lados se ve muerte por radiación, destrucción y una desorganización total de un gobierno que ya casi no existe más. Sólo actúan algunas milicias un tanto autónomas y sin control de un poder central que no saben a quien obedecer ni qué hacer. El film es aleccionador al tocar todas las aristas posibles de un futuro post guerra nuclear: hambre, gente gravemente enferma y herida comiendo animales crudos, clima inhóspito, vandalismo y desmoralización y desorganización social. A diferencia de otros filmes con la misma temática en ésta, el director proyecta los posibles efectos de una guerra nuclear a escala global quince años hacia delante. En ella se puede ver el fin de la civilización como la conocemos hoy o lisa y llanamente el fin de la humanidad al perecer los animales, vegetales y provocarse la esterilidad de todo lo que en un momento tuvo con vida. Así se pueden ver a colonias de personas al filo de sus posibilidades físicas y mentales luchar contra la tierra yerma para poder extraer unos granos de ella. Ese futuro, el de 1984, todavía no llegó y las posibilidades de que ello ocurra están cada vez más lejos. Eran los miedos de una época pretérita pues en definitiva la ciencia ficción o las hipótesis de futuros posibles no hacen más que hablarnos sobre nuestro presente. En ese caso es el presente de la “guerra fría”, es decir, de los miedos de ese presente. Esta ficción, una muestra clara declo que se denomina distopía, nos dice que por los años 80 íbamos por mal camino, aunque si bien estábamos lejos de la crisis de los misiles en octubre de 1962, el sabor que queda en la boca es el de saborear de cerca cómo sería un futuro pos apocalíptico. Posiblemente el director del film proyectaba el porvenir de ciertas características de la sociedad actual como una alarma de advertencia; en congruencia con esto podemos decir que dos años después tuvimos el desastre de Chernobil y el Challenger. Dos grandes fracasos para la humanidad o mejor dicho para la fe en la tecnología humana. En ese mismo año se publicaba un libro de Ulrich Beck, “Sociedad de Riesgo” en donde sienta las bases de sus ideas principales: * Los riesgos (no los peligros) causan daños sistemáticos a irreversibles a nivel mundial; * La lógica del reparto de los riesgos sigue el camino de la desigualdad social estructural; * Se produce un retorno a la incertidumbre: el riesgo es impredecible y si se puede predecir no hay nada que lo pueda detener. * Éstos se desarrollan en la sociedad industrial que es super-reflexiva y que no puede dejar de interrogarse por esos problemas que introduce la modernidad en nuestras vidas y que, como los sistemas expertos que no podemos controlar y que dominan nuestras vidas, nos generan un gran malestar interno. Si en esos años todavía temíamos a la tercera guerra mundial o a los problemas ambientales propios de la radiación, Threads es un film antibelicista, un grito sin temor a la vergüenza, una hipótesis de conflicto que hoy ha quedado reservada para los libros de historia y que dificilmente pueda plantearse en la mente de más de dos personas, pero, siempre hay un pero, la humanidad enfrenta nuevos problemas; y las soluciones pasan por esos sistemas expertos que de un momento a otro pueden desquiciarse como se desquician al fracasar quienes debían evitar ese conflicto armado a escala global. Los males del ayer evidentemente no son los de hoy. Las “viejas incertidumbres conocidas” de antaño han sido reemplazadas por las “modernas incertidumbres desconocidas”, si se permite este juego de palabras. Las “guerra fría” dió paso a la “paz caliente” y nunca llegó “el fin de la historia”. Ayer el enemigo tenía otro color de piel, hablaba otro idioma y tenía otra religion, hoy estos tienden a ser reemplazados, claro, salvo este presidente norcoreano, por quienes son idénticos a nosotros, quienes están mimetizados en nuestra sociedad, curas pedófilos, delincuentes informáticos, falsos profetas, etc. El enemigo duerme dentro de nuestra casa, está en la web cada vez que nos conectamos, hasta los solemos votar. Las hiperreflexibidad de esta modernidad nos llena de temores a lo que puede venir, no una guerra nuclear, sino un enemigo con el rostro velado. Un enemigo que ni siquiera él mismo sabe que lo es, como por ejemplo quien manipula una central nuclear, un avión o produce medicamentos o alimentos transgénicos. Podemos ser “malos” sin saberlo al usar un desodorante que daña la capa de ozono, podemos consumir alimentos de dudosa calidad transgénica o comprar ropa producida en un “taller de esclavos”, como hace referencia el Papa Francisco. A las par, y como plantea Z. Bauman en “La sociedad sitiada”, hay cada vez más una distancia entre el ver-saber-actuar. ¿Porqué? Por que el ametrallamiento de imágenes de los medios de comunicación puede coartar nuestra asimilación de verdaderos conocimientos. Y a su vez, es imposible hoy sostener con honestidad intelectual que uno ignora lo que está pasando en el resto del mundo. Así se establece el binomio entre los que hacen el mal y los testigos. Todos somos testigos, a la par que somos menos tolerantes a los males que provocan esos malvados. Malvados que en líneas generales, antes podían probocar el mal hasta donde llegaban las balas que disparaban sus armas, pero que hoy sus acciones pueden ser a escala global y lo que es peor, sin que el común de la gente podamos enterarnos salvo cuando el mal ya lleva tiempo entre nosotros. ¿Cuáles son los miedos de nuestro presente? El sufrimiento y las miserias diarias, el sufrimiento que vemos por tv, por youtube, pero que cuando nos hastía nos permite cambiar impunemente de canal. Somos cada vez más intolerantes contra los males que vemos a diario, pero no actuamos en consecuencia. El derretimiento de los hielos, los alimentos transgénicos, la capa de ozono, la trata de humanos, etc etc. Pero cuando nos cansa, cambiamos de canal. Así, literalmente hemos asesinado a la empatía. En todo caso podemos hablar de la desesperanza, de la pérdida de la fe, tan terrible o devastador como un holocausto nuclear que pueden ser similares a la falta de horizontes claros. Finaliza la película, como corresponde a los miedos de la época, con un mundo similar a la Edad Media, con una generación deformada por la radiación y totalmente degradada por las condiciones reinantes en donde ni siquiera pueden articular palabras o frases enteras, es la barbarie que se impone por fuerza de la radiación. ¿Cómo finalizaría nuestra película (peligros) actual? Dificilmente con un mundo pos guerra nuclear. En Facebook hice un comentario relativo a el conflicto con Corea del Norte y ninguno de mis "amigos" cogieron el guante, señal sin dudas de que el conflicto bélico nuclear a escala mundial no es tomado seriamente por mis congéneres, aunque sí el sufrimiento de los animales y la violencia de género, entre otros. El film está en muchos portales de Internet, basta con buscarlo en Google. A modo de sugerencia se puede ir a: http://www.teledocumentales.com/tag/armas-nucleares/

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